Tengo que escribir una historia. Una historia típica de domingo donde los días son caídos, donde las luces siempre están bajas y la casa se encuentra oscura, tal vez porque los chicos duermen o papá descansa en su siesta. Ahí me encuentro yo parada en el medio del patio tirando una botella vacía del día anterior. Al mirar mis pies veo una lastimadura que fue causa de un tropiezo tonto por ir a salvar a una amiga de la perdición. Después miro para arriba y las nubes no tienen las formas de todos los días sino que están como diluidas, como cuando sin querer le pones demasiado aceite al óleo o agua al acrílico o kerosene a la tinta gráfica. Mi cabeza giro nuevamente pero esta vez para al costado y veo un cactus que dejé olvidado, que me lo habían regalado hace mucho tiempo y me acorde de la señora a la que siempre le comprábamos cactus. Una mujer con anteojos y pelo negro y cada vez que entrábamos le preguntábamos que debíamos hacer para trasplantar el cactus y nos explicaba -"primero a medida que crece lo pueden ir cambiando de lugar a uno un poco mas grande vieron y le sacan las piedritas porque mientras va creciendo necesita mas espacio vieron entonces lo tienen que sacar de ahí, le pueden poner arena, tierra chicos, lo que quieran". Entonces cada vez que íbamos a comprar un cactus nuevo le preguntábamos lo mismo porque nunca nos reconocía la mujer y yo un día no me pude aguantar tanto la risa que casi me hice encima. Salíamos del lugar a las carcajadas.
De nuevo gire la cabeza y vi un naranjo que esta desde que nací y que conoció mucha gente que ha pasado por mi patio. En ese naranjo han vivido nidos de pajaritos los cuales vi nacer algunos y me daba mucha impresión porque cuando los pajaritos son chiquitos tienen una cabeza no muy grande pero un pico gigante y están todo el día hambrientos y si le pones el dedo te lo muerden.
Después de ver esas imágenes que se me cruzaron por la cabeza me asome a una puerta donde se guardan las verduras y aprovechando que todos estaban durmiendo saque un tesoro que tenía guardado hace un tiempo, al verlo fue como si el alma me hubiera vuelto al cuerpo y me sentí yo misma de nuevo. Era una caja con recuerdos que tenía una billetera de mi abuelo y una pipa también de él, un libro de estampillas que coleccionaba de chiquita, una lapicera que me habían regalado en el colegio por salir mejor alumna y un frasco de pastillas robados de mi abuela. Miré detenidamente las pastillas, algunas tenían un color medio óxido muy raro y después había tres de colores, como cuando un viejo tiene miles de medicamentos que tomar. Esa caja la deje al costado de la mesita de luz. El día paso y me domi. En la noche estaba teniendo pesadillas, como que me agarraban, me hacian upa y todo un tipo de cosas donde había luces azules de por medio.
Cuando me levante estaba en el hospital con un lavaje de estómago.

1 comentario:

bel dijo...

vos tenes muchos problemas en la cabeza hermana.
pero te quiero igual